dimarts, 21 de maig del 2013
Piensa en ello.
En la mayoría de los países occidentales es obligatoria la educación y el Estado la impone. Abstenerse puede resultar en multas e incluso en la cárcel para los padres. Este no es solo el resultado de la presión del Estado. A nivel cultural la educación mantiene un estatus sagrado muy parecido a la religión. Es una institución donde la mayoría nunca se cuestiona. Y eso es un problema. ¿Alguna vez te has preguntado cómo es que los niños pasan 16 años desde infantil hasta la secundaria, supuestamente preparándose para la vida, pero cuando salen no tienen ninguna habilidad real? 16 años y los niños salen sin siquiera conceptos elementales para organizar y dirigir grupos de personas. Sin una pizca de comprensión de cómo resolver conflictos de forma no violenta. ¿Y llamamos a eso ''educación''? Sí, nos enseñan a leer y a escribir, y a hacer operaciones matemáticas básicas, pero no a pensar por nosotros mismos. No nos enseñan los principios de la lógica, o cómo cuestionar una ideología. Nos enseñan a sentarnos en un escritorio y escuchar obedientemente cómo empaquetar al mundo en una pequeña caja que debemos aceptar sin cuestionarnos. Nos enseñan a copiar esa información en los exámenes, para dar la respuesta que nos pide la autoridad. Pero sobretodo, estamos condicionados a conformarnos. Y la recompensa por aguantar fielmente todos estos cursos durante 16 años es un inútil pedazo de papel que ninguna persona ni siquiera desea ver. Los niños salen de la secundaria y apenas sirven para hacer hamburguesas en McDonald's. E incluso para eso deben ser entrenados. 16 años es mucho tiempo. Es toda nuestra infancia. Cursar todo este tiempo a la fuerza, con resultados tan patéticos es inaceptable. El problema aquí no es la falta de financiación. El problema no es de maestros mal capacitados, malas regulaciones o planes de estudio de baja calidad. El problema es todo nuestro modelo educativo. El sistema no está diseñado para preparar niños para el mundo real. Está diseñado para formatear sus mentes y condicionarlas hacia una vida de sumisión. Está diseñado para crear una población de individuos suficientemente inteligentes como para llevar papeleo y marcar tarjeta, pero demasiado estúpidos como para cuestionar el sistema como tal o la autoridad de quienes lo manejan. Si queremos cambiar de rumbo no podemos ignorar ese aspecto de nuestra esclavitud. No tiene sentido trabajar para despertar a otros adultos en la vida si enviamos a nuestros hijos a ser programados para el Estado. La revolución de la mente debe incluir una revolución en la educación, creo que es básico.
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